Ayer tropecé con la poesía
en una de sus tórridas acepciones
venía canturreando no se que estribillo
mientras con una mano izaba sus calzones
que no entendí el motivo
de intentar darse a la fuga
Se me paró de frente
con mirada acusadora
como reclamando el tiempo que la sumergí en el olvido
alargó hacia mi la mugre
que dignificaba su mano
y desde sus ojos vi mis años de silencio
pretextando frio para emborracharme de olvido
Me temblaron las piernas
como como ante juez de sentencia
que recitará los salmos
de su epistolaria sentencia;
cayó mi lesa mirada
hasta rebotar con mi encerado calzado
que me fusiló con su brillo
Como furibundo recurso
alce la bandera blanca
de mi vergüenza raída
y le estreché esa mano
que alzada me esperaba,
me sujeté de ella
evitando precipitarme
La corbata como una soga
se me hizo más estrecha;
esa mano me quemaba
con su fresca inocencia
mientras su dulce sonrisa
el corazón me ametrallaba
y profirió un canto
que me calcinó las venas:
- ¿Me dejas una moneda?