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LA MAÑANA DE UN DÍA

Me vestí de olvido y de violeta

para buscar tus huellas,

que se fueron hundiendo lentamente,

como el barco de papel de los juegos de infancia.

 

Me vestí de imposible,

de elementos usuales que evocan viejas notas,

que van derribando fechas,

y me volví un caminante de suelos inmortales,

para seguir tu rastro;

el mismo que perdí la mañana de un día

entre cosas posibles,

construidas con alquimia y propagandas.

 

Hurgué entre la nada específica,

entre mares de arena,

en la cara escondida de la luna,

te busqué entre mis ojos

sin encontrar respuesta.

 

Tu silueta, se fue difuminando entre el azul atmosférico

y el perfume que se abstrajo en tu piel.

Y yo me quedé sentado en un peldaño del tiempo,

viendo pasar la vida con su fragancia física,

viendo caer las tardes desde este ordenador

donde te escribo,

desde mi realidad única

que da forma a las frases

y coloca el acento a la razón de evocarte

después de muchos años ha,

después de tantos sueños

dejados en mitad de la almohada;

te recuerdo entre el eco de mis manos

que se quedó en tu cuerpo,

el mismo que perdí la mañana de un día.