Vestido de gala
sin oportunidad de pisar
esa alfombra roja.
Vestido de gala
para los muebles.
Abrigado, preparado,
cuando me quedo dentro.
Abrigado, preparado,
y en mi interior:
sin rumbo, congelado,
tiritando y derrochado.
Sin dormir, tal vez sonámbulo,
no dejo de luchar,
mi cabeza no se deja caer,
no recibe el beso
de almohadas de dolor.
Calzado y peinado,
cuasi recto y esperanzado,
me encuentro con la pared firme,
rugosa, entablillada,
viviente, odiosa.
Regalos no entregados,
boca abajo, ocultados,
no ofrecen esa leyenda a mi vista.
Cansado, me dejo.
De lleno me apuro,
enfrento la puerta, la abro.
Saludan con sus miradas
cómplices, conocedoras,
los recovecos del cuarto oscuro.
Aparece la oscuridad,
llena mi ansia, la alimenta,
me envuelve en ese ser solo,
oblicuo, candente.
Huesos de cenizas,
uñas salvajes, capaces.
Vuelvo a enfrentar el espejo,
ese torcido y gigante.
El espejo del Alma,
ya torcida, quizá..
para siempre....