Debajo de un puente.
Se nubla la noche y comienza a llover
con tersa terneza en el alma materna;
y el alma de gloria que da esa mujer,
es alma que canta gloriosa y eterna.
Se viene la noche, empieza el invierno,
y el soplo de frío se siente enseguida;
la noche grisácea parece un infierno
que cubre con furia la faz de la vida.
Debajo de un puente se ve una mujer
meciendo a su hijo con hondo pesar.
Se nubla la noche, comienza a llover
y nace la historia que vine a contar.
Con algo de frío una madre nocturna
hoy besa a su hijo debajo del puente;
y, aún cuando el niño la ve taciturna,
su madre sonríe con aire envolvente.
Por ver a su niño riendo en el mundo
luchó como madre y peleó sin cesar;
y siendo muy joven con aire fecundo
no quiso olvidarlo, ni quiso abortar.
Su padre indolente no quiso entender
que niño que llega se vuelve bendito;
por eso, esa joven luchó por doquier
con fe de semilla, con fe de granito.
Y ese que amaba, también fue poltrón
al no decir nada, por pronto escapar;
no quiso ser padre, perdió el corazón,
ni supo ser hombre, cayó por callar.
Se nubla la noche y comienza a llover,
y la madre divina, nunca claudica;
es el alma de gloria que da esa mujer,
el alma que sólo en el puente radica.
Se viene la noche, empieza el invierno
y el hijo del puente se pone a dormir;
la noche grisácea parece un infierno
mas todo se ignora si sueña en vivir.
Debajo de un puente se ve una mujer
meciendo a su hijo con hondo pesar.
Se nubla la noche, comienza a llover
y sigue la historia, que quise contar.