Mi pensamiento se vuelve estéril,
y regurgita imparable,
sin calma,
cada recuerdo que tengo a tu lado;
La boca se clausura,
el pulso asiente callado,
se mira benevolente,
ante el golpe de lo inconcluso.
Las ganas huyen de mi pecho,
buscando más de ti,
y la oscuridad no se termina,
los callejones las confunden,
se pierden,
se rinden,
se hunden en un sollozo ahogado.
El deseo se cuelga en el perchero, exhausto y confundido,
se me ausenta la sonrisa,
y se agrieta esa ilusión,
seca,
oxidada y tendida.
Se germina este resuello,
temeroso,
flagrante ante el dolor,
que se dispara sin aviso,
cada día,
con nuestra despedida.