A una gran señora quisiera escribir, deseando que Dios, aun no la pueda recibir.
Es qué ¡ha hecho tanto bien! y muchas veces un buen comer;
qué todos los que comen, quieren el bien. Pero con paciencia y sin correr.
Qué importa que le digan ¡qué importa que escuchen! pero sí me importa, que yo la escuché,
¡y ante la muerte la vi ponerse en pie!.
Y donde todos lloran, ella sonríe; pero de alegría porque ¡llego el gran día!.
¡A cada quien su honra y a cada cual su virtud!
Quien da la vida nunca piensa en quitarla; pero sí en vivirla con actitud y don de servicio, para poder amarla.
Margarita flor de la primavera, que liberas tus retoños al atardecer.
No mueras especie endémica; tu huella marca en nuestras vidas, MERECER.
El coraje y la sabiduría son de menester, con humildad y sencillez;
porque somos historias pequeñas, con finales simples de vejez.