¿Confundida?
¿Confundida? Pues vete. A estas horas puedes irte a encontrarte con los brazos de quien debe ser tu hombre. Vete. Sigue tu camino, tal vez sea lo mejor. Será mejor para los dos que el destino no nos lleve al calor del primer beso, será mejor para los dos.
Vete pronto, que yo no quiero dar la espalda y así quedar como un cobarde. ¿Cobarde yo? No lo creo. Nunca puede ser cobarde quien jamás temió al amor, ni el que quiso dar la vida por tan sólo ser un trozo de una página futura. Yo no soy aquí el cobarde.
Sigue tu vida. Sigue la vida que trazaste por temor a ver un mundo de dos almas encendidas. Vete pronto. Ve por otras realidades a entender cómo va un sueño a convertirse en pesadilla. Vete. Puedes irte; y no dejes en mis labios el sabor de una esperanza.
Déjame. Dejemos que el destino diga su última palabra, no seamos nosotros… Puede que haya un día en el que a ambos un recuerdo nos permita ir a llorar, a llorar por aquel beso que jamás supimos darnos y por todas esas cosas que pudimos haber hecho.
¿Confundida? Pues vete. Tal vez tú y yo no fuimos hechos para darnos nuestras vidas. Tal vez le faltó a uno lo que al otro le sobraba. No lo sé. ¿Lo sabrá el destino? Tal vez. Pero bueno… ¿es que acaso existe alguien que aprenda a amar desde un principio?
Vete pronto, que hoy ya no quiero en tus pupilas ver que yo soy el culpable. ¿Culpable yo? No lo creo. Nunca puede ser culpable quien jamás temió al amor, ni el que quiso dar la vida por tan sólo ser un trozo de una página futura. Yo no soy aquí el culpable.