Escuché una vez un Himno al amor
en una voz tan profunda como un brasero,
que en mí llegó al alma como un extranjero
en el desierto que bien quisiera saber el lector,
me produjo un placer que aún me da dolor.
Un dolor que es sobrado saber, bien lisonjero.
La vida es color rosa, eso dicen que es verdadero,
pero yo lo único que sé, esa voz era un resplandor
en el viento de esa vida en rosa más pecador.
No me arrepiento de nada, sea bueno o lastimero,
su desorden...da igual, bebo de su voz con licor.
Una voz así, el alcohol no mató un amor sincero,
ni yo (ni nadie) dejar de escucharla por dolor:
Edith conquistó mi corazón más aventurero.
NACHO REY