Y me ahogué,
En el manto opaco que inundó mi cama
durante esa miríada de noches,
en el agua salada que dejaron tus despedidas,
en la amargura de la espera de tu voz,
reclamando mi sonrisa,
reclamando mis días.
Me ahogué,
En el océano que yo misma alimenté
con aquellas lágrimas que brotaron,
sin freno,
sin consuelo,
como lava carmesí,
después de cada palabra que se quedó sin decir,
callada en un limbo de olvidos.
Me ahogué,
en cada te amo que pronuncié,
en cada te amo que solté,
los solté para nunca más volverlos a ver,
ese amor no se devolvió,
ese te amo se congeló,
ese te amo nunca regresó.
me ahogué y me salvé.
Ahora nada más queda la espera,
y espero sentada con el tiempo a mi lado.
Y en una conversación hasta la madrugada,
le pido al tiempo,
que deposite sobre mi,
capas de olvido,
como los anillos del tronco más viejo,
olvidada,
como la arena oscura,
que se posa cada cien años en el pacífico,
como la tierra que han pisado mis otras vidas.
Le ruego por capas de olvido,
para que mis ojos ya no reflejen tu mirada,
para que tu voz ya no se cuele en la noche,
y en mi sangre no corra el calor de tu memoria.
Y al final
Cuando tenga contados los suspiros,
te recordaré,
sin mis años del olvido,
como el recuerdo más vivido,
pero en blanco negro,
recordaré,
el sabor de tu beso al amanecer,
y el calor de tus brazos cada enero.
Cuando tenga contados los suspiros,
te miraré dentro de mí,
y todo pasará frente a mis ojos,
como un cortometraje mudo,
todo pasará,
y entonces me iré
liviana,
sonriente,
y desnuda.
Me ahogaré,
dentro de luces cálidas,
en ese lugar,
de viento húmedo,
de nubes blancas,
y de amores conocidos.