Apareciste,
haciendo estallar
fuegos inmediatos,
la felicidad creció
por sobre sus causes.
Las incógnitas
fueron derruidas
y los abrazos,
sendas que nos
transportaron a través
del tiempo.
El viento se despertó,
rompiendo pozos
y silencios,
flotando como
un manantial
recién nacido.
Desde las nubes,
saltó un color azul
a tu cintura,
y los corazónes
comenzaron su carrera
hacia la dicha.
Apareciste,
y yo volví a nacer,
sin penas,
sin culpas,
puro y transparente
entre tus labios.
Eduardo A Bello Martínez
Copyright 2019