Sencillo...
el recorrido,
de una gota de lluvia,,
calle abajo, deslizándose;
por el cristal.
Frágil...
el translúcido cristal,
transmite el conocimiento
a traves de la cepa,
de la uva,
del pasar de los siglos;
como hombres,
como vinos,
adecuando a los privilegios,
con formas.
Potente...
el abrazo que ama.
Rompe barreras,
destrona a la venganza,
a los odios, los rencores;
y valiente perdona.
Desteta a los hijos,
les quita el chupete,
nos valida,
como seres conscientes.
Dulce...
la miel del panal,
la hormiga, la abeja,
el oso y el salmón.
La mente atravesando conceptos
halla a una justicia objetiva,
alejada de subjetivos obsoletos;
llega a conseguir atrapar.
Fugaz...
un guiño:
locuaz,
intermitente,
seductor,
complice,
atrayente;
lleva!
Con su vaivén bailarín,
con la energía del ser,
tan sólo ser,
fluida corriente.
Valiosa...intensa...persistente...
la voluntad que no ceja
y echando los restos,
poniendo todas sus fuerzas
abre las entrañas del cielo y la tierra
trayendo paz, abrigo,
condescendencia, agua fresca,
sonrisas sinceras.
Trae la muerte hecha vida,
comprimida tan sólo
en una sombra del desierto,
en el comprender
al caído y derrotado.
Trae el centeno y el trigo
juntos, como pan.
Simple...valido...oportuno...
aquel y este hombre racional,
con esperanza y sin obsesión,
que vive movido por su corazón
creyendo en los demás,
exento de una falsa moral.
Trivial...
amasar posesiones,
alcanzar el poder.
Audaz...
poner con cabeza del revés,
darle un puntapié
a los propios intereses.
Mordaz...
replicarle al poderoso,
con poco decir mucho.
Incitar a la reflexión,
posicionarse en lo intuitivo.
Voraz...
el despótico egoísmo,
el celo suspicaz,
la envidia corrosiva.
El sarcasmo y la ironía,
que descuartiza
desmembrando nuestras vidas.
Terca...
la maldad procaz que persiste.
Se le explica,
se le dice...
pierdete!
sorda no escucha,
densa no se evapora;
es yugo, es enfermedad,,
debería perderse por siempre jamás,
sin posible retorno
en una lejanía
mucho más allá de la ausencia.
Tenaz...
la labor del labriego,
ni por un instante se permite el reposo.
Se sustenta de los callos de unas manos,
de lumbares doloridas.
Se alimenta del sudor voluntarioso.
De la entrega dando un paso,
sin achicarse, ni cohibirse.
Se alimenta de una firmeza
socabada en lo honrado,
de ese paso al frente,
dado con la misma sangre,
de una tierra con estirpe.