Tu mundo se quedó en otros sueños,
en otra latitud sin verano,
se quedó en las ganas perdidas,
en el acento utópico de mil besos fantasmas.
Tu mundo se quedó en una galaxia extraña,
ajena a mis recuerdos,
solitaria de frases propias de este viajero.
Mi mundo se quedó sin ti, sin casi nada,
flotando en cuentos que nunca existieron,
en historias que se fueron volviendo una cadena,
y fueron siendo objetos de un pasado
que nunca tuvo futuro,
que no tuvo tus ojos, ni tus labios,
ni tu almohada.
Se escapo de mis dedos, sin tu aroma de mujer,
como una escena sin actores espectada por el viento;
un telón sin comedias.
Y sigo aquí, siendo el fugaz caballero de siempre,
detrás de mis palabras,
pensando no más que cosas posibles,
sin resaltar que existo,
ni reconocer que te extraño
como a un clavel desconocido.
Sigo aquí, palabra a palabra, en mi única alcoba,
en las repetidas notas del piano,
en un acto silente,
jugando a tu olvido sin saber cómo hacerlo,
tratando de reconstruir causas perdidas,
quijoteando aventuras descalzas,
que no alcanzaron nunca tu ventana.
Tu mundo se quedó en su mundo,
se volvió un mundo extraño;
mi mundo se quedó suspendido en su galaxia,
elucubrando espacios,
con un vestido algebraico y definido;
y yo sigo aquí, en mi acimut estático,
con tu perfume en mi sino y tu adiós en mi camisa,
sigo caminando inviernos,
contando estrellas que nunca mueren.
Vivo por ti y por todos.