Defensa del soneto
Él, que de las entrañas de las musas
emerge muy garboso y con estilo,
airoso se impone ante la ilusa
pretensión de su fin en nuestro siglo.
Tiñen su nombre muchos centenarios,
desde Petrarca, Quevedo y demás
y aún seduce con su voz de canario
y aún contagia con su ritmo y compás.
No es vano el son ni la palabra inerte
ni superflua la rima y la medida.
Tampoco fue casualidad ni suerte
que sus versos transcendieran la vida.
No. No pueden ser jamás concebidas
en él la decadencia ni la muerte.