kavanarudén

Claramente oscuro

 

Era un día de esos, iguales a los otros, pero muy diferente.

Ella, salió temprano, al mediodía por la noche. Hacía un frío caluroso que penetraba los huesos.

Era una mujer común de aspecto desordenadamente elegante, delgada un tanto gruesa. Un blanco oscuro su piel de nácar, ligeramente olivastra tirando a ébano. No era ni hermosa ni fea, todo lo contrario. De andar sereno un tanto nervioso o apresurado, a pasos pequeños agigantados.

A simple vista podía pasar desapercibida, a no ser por sus cabellos abundantemente escasos que cubrían su calva avanzada, con rizos rubio platino oro, ligeramente rojizo con reflejos negros.

Llevaba un abrigo de esos que son y no son, es decir, de una largueza sorprendentemente corta, bueno ¿Ustedes me entienden verdad? Sí sí, ese mismo que estás pensando.

Iba cantando casi a gritos esa canción silenciosa que le había enseñado su padre sordomudo, sí ese mismo, Evaristo el de la esquina redonda que está allá cerquita de lejos. 

A cierto punto comenzó a llover, una lluvia seca que la mojó casi toda, pobre Anacleta, estaba un tanto claramente confundida. Se había olvidado el paraguas en la terraza del sótano de su casa. Nunca pensó que iba a llover, pero bueno así de claramente oscura es la vida.

Su difunto marido le había escrito, dos días después de su muerte, algo que ella no terminaba de entender, lo llamaba el colmo del colmo. Le dijo: ten en cuenta Anacleta cual es el colmo del colmo: “que un mudo le diga a un sordo que un ciego lo está mirando”

Mejor me voy a dormir, creo que algo me ha caído mal y ya me estoy liando yo mismo. Si alguien ha entendido esto, por favor me lo explique porque estoy más perdido que Adán el día de las madres.