Los días del otoño...
se transmutan en te quieros,
heridos de rayo...
los labios se enmohecen,
entre ataúdes de plata...
se vierten las estrellas,
y un impávido narciso...
se aventa a su secreto,
no es el labio...
el dardo de la ira,
la bacante se transforma
en lago al descubierto,
sólo la esencia...
traslada su nostalgia,
en lánguidos quehaceres...
desnudos de febreros.