Fabio Robles

*** Guacamayas y Quetzales ***

 

Al inicio hubo una selva

de plantas de verdes frondas,

con árboles centenarios

de maravillosas copas.

Los rayos de luz pasaban,

iluminando las hojas

y dejando en lo más alto,

una mágica aureola,

reluciente y colorida,

como si fuese corona

de magistrales colores,

con enigmáticas sombras.

 

Algunas ocres ardillas

quebraban ricas bellotas,

y con mucha rapidez 

las llevaban a sus bocas,

saltando desentendidas,

entre lilas pasifloras

y  lindas plantas silvestres

con alegres flores rojas.

 

A lo lejos el riachuelo

definió su trayectoria ,

con sus aguas transparentes

fue formando grandes trochas,

sin faltar en su camino

algunas hermosas pozas,

fueron pequeñas represas

con la quietud que apasiona.

¡Fue una perfecta postal,

causante de gran euforia!

 

En las praderas saltaban

venados de blancas colas,

acompañados de garzas

que les quitaban las moscas.

 

Los árboles gigantescos,

escondían en sus combas,

guacamayas y quetzales,

en las mañanas brumosas,

siendo cuidados en lo alto,

por el águila rectora,

celosa del paraíso,

al que jamás abandona.

 

“Es selva de perfección,

todavía no se asoman,

aquellos depredadores,

que distorsionan la historia”