Hace trece días una noticia conmocionó la España entera. Julen un niño de tan solo dos años caía por el agujero de un pozo. 25 cm de diámetro por 100 metros de profundidad. En la pequeña población de Totalán, Málaga. Se desplegó todo un operativo de rescate. Hoy a las 1.25 am se conocía la noticia del encuentro del niño desgraciadamente sin vida. Se abrigaba la esperanza de que se pudiera conseguir con vida, mas no fue así. Dolor y consternación ante el hecho.
Lo que me ha sorprendido es cómo el pueblo se volcó en solidaridad y muestras de afecto tanto para con sus padres que ya, un año atrás, perdían a su hijo mayor Oliver de 3 años, de un infarto en la playa (una malformación congénita que no habían detectado); como a todo el personal que se volcó en el rescate de la criatura: mineros expertos venidos desde Asturias, guardia civil, bomberos, policías, topógrafos, personal civil, psicólogos, etc, etc.
Este hecho corrobora una vez más mi convicción de que lo esencial del ser humano es la bondad, la solidaridad, el amor. Ante una catástrofe o el dolor ajeno, somos capaces de compadecernos (padecer con). Pocas palabras y tantos hechos concretos: acompañar a los destrozados padres, hacer comida para los que estaban en el lugar de los hechos, llevar agua, ropa, prestar sus casas para que pudieran descansar, vigilias y oraciones. Todo un barrio, El Palo, que no escatima esfuerzos y unidos mantienen la esperanza hasta el último momento dando lo poco que poseen.
Quedan unos padres desesperados y rotos por el dolor. Dos hijos en tan poco tiempo. No hay palabras, difícil de comprender los hechos. Lo único que puede mitigar el dolor de la pérdida es la muestra de afecto, los gestos concretos de cariño.
Descansa en paz pequeño Julen.