Alicia no había querido olvidarse del cielo,
ni correr tras la sombra de atolondrados pasos,
ni adentrarse en inhóspita profundidad de averno
ni, sin saber por qué, anhelar el regreso.
Ya no llegó a volver: se consumió su tiempo,
anegado en un foso de paredes de piedra.
Desenterró su infancia una fría promesa
de flores de papel, de luz en el silencio.