No busques entre los ríos
mi voz tejida con yedras,
pues he muerto con el alba
tocando un tambor de piedra.
***
Un torso desnudo pedía,
grietas azules de pena,
arrancar tanto secreto
cristal de luna en las venas.
***
Escribiré en tu frente
los tres golpes que me diera
un silencio de cuchillo
con perfil de amarga estrella.
***
A lo lejos se veían
tres estampas con tres velas,
alumbrando el quejido,
cuando cien violines suenan,
que ha causado una sola y
triste mueca en la arena.
***
Dos convirtieron mis ojos
en estas rojas veredas
donde caminan difuntas
las pasiones que quisiera.
Derrumbados mis huesos
sobre altas cabelleras,
amarillas como rumor
de esos vientos que anegan,
tuerce su boca dormida
el aroma a flores viejas.
¿Cuál será mi otra herida
si olvido aquel que fuera
sol batiente entre mis brazos
asomando tras las sierras?
***
A lo lejos ya apuntaban,
pergamino y noche hambrienta,
los tres últimos faroles
armados con tinta intensa.
Al mirar la hora sucumben,
tras agónica y yerma espera,
postreros toques enjutos
como un clamor de reyerta.
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