Elisabet Mallol Lopez

A DIFERENCIA DE OTROS DÍAS, APENAS HABÍA GENTE EN EL BAR

Sola, la radio y mi bandeja.

Sonrío, inútil fotografía

cuando el recuerdo aún baila

en la sala vacía de este bar.

 

Todavía mantengo intacta

la imagen de su mano inquieta

que, queriendo ser muda,

casi nunca dejó de hablar.

 

Y me río para mis adentros

cuando sin avisar,

aquella voz rotunda

la interrumpió sin más.

 

Quieta la escuchaba...

su tono era grave y familiar.

Ella, a veces se movía, discrepaba,

otras descansaba, le permitía conversar.

 

Mientras -me vuelvo a reír-

unos ojos ansiosos observaban

aquella cercana mano,

aquel tono cordial.

 

Expectantes, se preguntaban

el cómo y el cuándo participar.

De repente, el tono se calla,

la mano hace ademán de esperar.

 

Ambos deciden su entrada.

Son ojos joviales, sinceros,

que logran sin saberlo

hacerse respetar.

 

Hoy, en el Bar,

tres generaciones me han saludado:

tres edades, tres mundos distintos

fundidos en un único corazón

ensimismado en un singular palpitar.