Nadia ALMAZÁN - OFICIAL

Ojalá me cites. Amén.

Para el obsesivo bíblico que tanto deseé:

Las intenciones con las que respondemos ante una situación, repercutan en el resultado.

Por ejemplo, que me quisiste, y te quería. Pero jugué a ser dura, la niña ruda e incapaz de caer a tus brazos.

O yo era demasiado frágil o tu eras demasiado bueno.

Y no sé cual de las dos es peor; porque ahora reconozco que merezco lo demasiado bueno y que

mi dureza era reflejo de mi debilidad de tomar decisiones.

De tomarte a ti, para ser exacta.

De ser franca con mi interior y saber que quería tenerte a ti, sin excepción.

 

Tu piel blanca como la nieve, tus cabellos dorados y tus ojos brillantes.

No te daba miedo hablar de Dios mientras acariciabas mis piernas,

pero temblabas cuando tu piel se erizaba y nos llevaba al camino de lo que podría terminar mal...

o muy bien.

 

Reconozco que mis niñerías nos llevaron por caminos separados.

Tomaste el tuyo y yo el mío. Y te confieso que la próxima coincidencia donde te topé, me congelé.

Estabas tú y tu cabello despeinado, tu cigarro y tu actitud al tope; siempre agradable.

Estabas tú, sin volver a caer en lo que pude ofrecerte.

Ya a sabiendas de mis movimientos, no más seguidor de mi juego de palabras,

consciente de que era yo por mi camino, y eras tú por el tuyo.

Hablabas de libros y cuando te escuché citar a un autor,

después de tantos años sin verte, y me derritió las piernas.

Olvidé en ese instante que tenía pareja y evadiste.

Desearía que ahora también que tu olvides que tienes una;

pero no es así.

Siempre has sido jodidamente respetuoso, y aunque molesta, también encanta.

Tu maldita forma de ser un caballero completo.

También imagino que hubiera sucedido si...

no hubiera tenido tanto miedo de atreverme a pasar los meses a tu lado y

caer tentativamente en la palabra del Señor, entre tu falo y tu vientre.

Pero, mi rebeldía me llevó a caer en el ateísmo y creer que tus palabras, no eran más que chorradas.

Aunque me encantaba escucharte predicar, horas y horas por teléfono.

Con el tiempo terminé en meditaciones y oraciones al universo.

 

Ya no duermo, si no doy antes Gracias a Dios.

Y tu allá... bien vestido y sonriente. Causal y casual.

 

Aveces me pregunto si me piensas. Si tu felicidad es tan real como se mira.

Sé que sí. Siempre eres sincero contigo mismo, también.

 

Ojalá me cites, en algún momento. En un libro.

Ojalá me cites, en algún momento. En un café.

Ojalá me cites. Y leas lo que imaginé que de nosotros.

Y me disculpes por mi imprudencia adolescente.

 

Ojalá me cites. Y menciones lo leído y nos atrevamos a crearlo.

Aunque a decir verdad, creo que la imposibilidad es lo que siempre me ha hecho desearte.

Aunque tu ser completo, me lleve a arrepentirme de no haber tomado la decisión correcta.

O sí.

No sé si así lo quise yo, o Dios.

 

Ojalá me hubiera atrevido a decir un credo en el entrelazo de tu boca y la mía,

mientras una copulación deliciosa nos entretiene.

Ojalá me hubiera atrevido a dejar el mundo atrás para

conocer más allá de lo que tu corazón podía expandir.

Tu sagrado corazón.

Ojalá que mis malas intenciones, se hubieran hecho tan buenas.

Y convertirme en aquello que esperabas de mí. Aquello que tu percibías.

Lo que siempre oculté. Mi sincera manera de apreciar la vida.

Como una niña, como una amante.

 

Ojalá hubiera aceptado el hecho de amarte para siempre y destrozarnos el corazón.

Quién sabe. La vida tiene tantas alternativas.

Ojalá me cites.

En algún momento.

En un libro o en un café.

Ojalá me cites.    

 

Amén.