Ahora que la tenía en frente,
sólo para mí,
era el momento perfecto para captar todo de sí.
Se hallaba sentada, tranquila y relajada,
después de que aquellas flores amarillas yo le regalara.
Cerrando sus ojos embelesada, ella pensaba en que no le faltaba nada,
cero atolondrada, cavilaba en tal vez sus vidas pasadas.
Rato luego de levantarse ella no conversaba, sólo reía, callaba y me miraba.
Sus ganas de crecer cada día se hacían más profundas,
mientras las mías de envejecer ella solo hacía que disminuyan.
Así que la saqué a caminar, y como mujer se quería comportar.
Llevé mis pinceles y mi lienzo, era el momento de plasmar lo que veo y pienso.
Así que para mí ella posó, y mi musa se volvió.
Robándome una vez más el corazón.
Intenté plasmar cada pequeña parte de su cuerpo.
Ésta vez no hizo falta su mirada plasmar, pues su hermosa espalda fue lo que quiso mostrar.
Una sábana la mitad de ella tapó, y nerviosa en ningún momento me miró.
Increíblemente así se conservó. Y muy poco se movió.
Sonreía de vez en cuando, pero un gesto serio quiso mantener.
Yo no paraba de preguntarme un curioso ¿por qué?
Ella quería ser mi Rouse.
Y yo estaba dispuesto a que así las cosas fueran,
sólo esperaba que mi barco no se hundiera.
Entre aguas ella nadaba y reía,
mientras yo con regocijo la veía.
Tenía la facultad de expresar todo con libertad,
pero se limitaba a sólo con sus manos hablar.
Miradas expresivas,
frases cortas pero lindas.
Una timidez que me cautivaba y distraía.
Ella,
mi musa,
sólo mía.
15/07/2017...
Carol García.
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