Me hice adicta a tu cuerpo como al café recién hecho por las mañanas.
El sonido de tus cuerdas vocales sigue entrando en mi pecho como un arma de destrucción masiva.
Firmé la paz contra todo pronóstico enredada en tu trinchera.
Sigo buscando la eternidad en tus palabras efímeras.
Sin embargo, resultaste ser algo así como un destello fugaz.
Hablabas de conspiraciones varias que se camuflaban en las tuyas planeado despegar.
El peso en tus pestañas siempre te hizo cerrar los ojos antes de tiempo.
La inseguridad explotaba sin darte tiempo siquiera a esconderte, una vez más.
El diálogo se tornó monólogo, otra brecha más sin cicatrizar.