Sentada en un riacho
de aguas transparentes,
perdida en mi dolor
vi caer un gota que
se confundió entre las piedras.
No era una gota cualquiera,
tenía forma de corazón
y no caía del cielo...
era una lágrima de amor.
Apenada por tanto infortunio
la dejé escaparse sin retenerla,
tal vez si era arrastrada
por la veloz corriente translúcida
me liberaría de esa lágrima de amor.
Marcela Barrientos 28/01/2019 Copyright
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Argentina