Luciendo tu belleza tan sencilla
te muestras a mis ojos primorosa,
y muero por tu alma esplendorosa
mi dulce y perfumada florecilla.
Maldigo a la madrastra que te humilla
mi buena mujercita candorosa,
humilde encantadora y amorosa,
la estrella que en la noche más me brilla
e inundas con tu luz el firmamento.
Motivo de mi vida principal
ocupas sin cesar mi pensamiento.
¡Que tenga nuestra historia un buen final:
y seas mi princesa de este cuento
llevando tus zapatos de cristal!