Un paisano en el olvido
Qué pena me da verte solo y abandonado en tú grandiosa ciudad, la que un día ya lejano puso en tus obras sus manos queriéndote homenajear, con azulejos de oro y un busto sobre un pedestal, para honrar a su hijo, orgullo de la ciudad.
Yo recuerdo cuando niño visitaba esa plaza, llena de hermosos naranjos algo lejos de mi casa y te veía tan quieto en un rincón de la plaza rodeado de azulejos con nombres de tus hazañas, que llenaron los teatros de cada rincón de España.
Era cuál patio andaluz, con sus dos bancos de piedra, adornado de bellos azulejos debajo una marquesina, llena de buganvillas que eran una maravilla y sus dos arcos abiertos, uno a cada lado de donde tú te encontraba, en tu pedestal clavado.
Era digno de admirar ese rincón de la plaza dando grandeza a su hijo de una forma celestial, a la vez que daba adorno a todo su consistorio de una forma magistral. Era un teatro abierto en medio de la ciudad, donde a ti se te admiraba entre bellas buganvíllas, que cubrían las toldillas de marquesinas y bancos junto a tu pedestal.
El día que las pusieron sobre azulejos de oro dando brillo a tu memoria, para recordar al mundo y quedar para la historia, fueron otros paisanos, no los de la actualidad. Hoy te tienen olvidado, porque te falta el abrigo que no te da tu ciudad, dejando caer tus obras que adornaban las paredes de unos bancos, de donde a ti te admiraban los hombres y las mujeres cuando pelaban la pava, antes de ir a cenar.
Mientras se caen tus obras escritas sobre azulejos y se marchitas las flores dejando alfombras en el suelo, de buganvíllas heridas a tus pies como en un duelo, quisieron poner tu nombre a ese teatro nuevo, donde vivieron mis padres y vivieron mis abuelos.
Muy cerquita de la mar, como cualquier marinero, oliéndo a algas y sal y al vino fino de los esteros que en la ribera se da. No te quieren olvidar, es que no hay dinero para poder arreglar azulejos que cayeron y no se pueden comprar. Arémos una colecta para poder sufragar los gastos del desperfecto y buscaremos albañiles que deseen trabajar en reparar ese rincón con toda majestuosidad, que tanto le dio su hijo haciendo más grande el nombre de su ciudad.
Don Pedro tiene por nombre, y si te gusta el teatro, vénte a pasarte un buen rato con las obras de ese hombre.
Un humilde y pequeño homenaje a mi paisano, Don Pedro Muñoz Seca.
José Ares Mateos