Su silueta ocre me acompaña
desde aquel pluvioso y gris día,
repicó a los lejos una campana
con la lluvia mi llanto confundía;
al principio, era un espectro bruno,
tan bruno como el vasto firmamento
su silencio llegó tan oportuno
en impalpables acordes del viento;
me tomó entre sus brazos ¡Calor sombrío!
cadavérico cuerpo en mi aposento,
sentí en las noches un aliento frío
invadió mi ser y pensamiento;
mis letras de melancolía
tan duro y yermo, cruel invierno
guiaba estricta, cada poesía,
quedó plasmado en mi cuaderno;
su voz, galimatías secretas
virtud etérea que decretas
la línea de limitada mortandad,
en ella encontré dulce verdad
junto a la fogata de la soledad.