Soneto a una mujer andina
No es simple enfado lo que en tu mirada
con descomunal hechizo yo observo,
tampoco es un mensaje hostil ni acerbo,
no, es el de una niña enamorada.
Y no es que sea tímida tu sonrisa,
hace parte de un mundo de ilusiones
que de tu pecho revienta en canciones
y conquistan mi alma vaga y sumisa.
Decidme, oh preciosa mujer andina:
si por un desacierto yo cayera
rendido en tus encantos que alucinan,
¿hacia qué fuerzas extrañas me inclinan,
enredado en tu suave cabellera,
el brutal infierno o la paz divina?