Nuevos aires purifican el ambiente.
Esperanzas que nacen de lo profundo del ser.
Se vislumbra la libertad a lo lejos.
Temo la sangre que pueda correr por una represión sin sentido.
Todos los días atento a las noticias. La piel se me eriza y en ocasiones no puedo retener el llanto.
Me pregunto: ¿Cómo pudimos llegar a esto? Con lo rica que es mi patria, no solo por sus recursos, sino por su gente, ¿Cómo se cayó tan bajo?
Jugaron con la esperanza de la gente, con sus deseos de cambio, de mejorar. Prometieron el cielo y la tierra...Amarga hiel dieron a beber.
Una mezcla de dolor y rabia ver a Nicolás Maduro cantando y bailando con su esposa, mientras la gente muere en las calles, en los hospitales, de mengua, pobreza, miseria. No se consiguen medicinas, comida, lo básico y fundamental. Me siento culpable cuando me llevo un bocado de comida a la boca y pienso en tantos que no lo pueden hacer. Incluida mi familia.
Familias divididas, jóvenes parejas que han tenido que abandonar el país buscando paz, tranquilidad, prosperidad, sobre todo pensando en el futuro de sus propios hijos. Llegar a una tierra desconocida donde en ocasiones se les tilda de ladrones. No se les reconoce los estudios realizados y tienen que trabajar en lo que sea, para poder subsistir.
Nadie deja su tierra por gusto, sino por una gran necesidad. Fácil juzgar, fácil condenar, fácil señalar.
Venezuela acogió en su seno a tantos y tantos emigrantes de diferentes países de Europa y América Latina. Les abrió sus puertas y se les dio la oportunidad de comenzar una nueva vida. Parece que eso lo han olvidado en tantos.
Quiero confiar que un cambio definitivo se acerca. Espero que no sea violento, que no se derrame sangre inocente.
Oro por ti mi patria querida. Me duele tu dolor, lloro con tu llanto en la lejanía, pero sobre todo, junto con todos los venezolanos quiero esperar, quiero mantener esa esperanza contra toda esperanza.
¡VIVA VENEZUELA! MI PATRIA QUERIDA.