Los primos.
¡Qué años los de la infancia!
¡Qué edades más inocentes!
Se olvidan por la distancia
y no se recuerdan siempre.
A veces, por ser un hombre,
el alma borra el recuerdo,
mas no se olvida del nombre
que fue su primer desvelo.
¡Qué triste! ¡Qué espanto!
La vida es una quimera.
A aquella que amabas tanto
a veces se la recuerda.
¡Qué bella! ¡Qué hermosa!
¡Qué linda era mi prima!
Tan bella como una rosa,
tan bella y sin espinas.
En ese balneario hermoso,
en dunas de Playas Blancas,
soñé que sería su esposo,
soñaba ilusiones santas.
Me acuerdo de esa mirada,
de aquella luz cristalina;
recuerdo que era mi amada
y no era más que una niña.
Es cierto, nunca lo supo,
no supo que la quería:
no era otra más del grupo,
del grupo de bellas primas.
Mi prima fue una belleza
bien vista en las esculturas,
con esa delicadeza
que ornaba plomizas dunas.
De pronto me siento viejo
y pienso en el dulce ayer:
me duele ver su reflejo
y no sentirme en su piel.
Los años que ya han pasado
quitaron muchas sonrisas;
no sé si me habrá olvidado,
ya de ella perdí la pista.
Recuerdo la noche hermosa
que fui a dejarla a su casa,
la noche que fue una rosa
en dunas de Playas Blancas.
Hablamos unos minutos,
de nada que yo recuerde:
así son los impolutos
recuerdos que viven siempre.
Y luego... la despedida,
la risa de su mirada,
y tanta frase escondida
que fue a perderse en la nada.
Mi beso fue a su mejilla
y nunca más la besé:
quedó en mi pecho una astilla
y “el hoy” parece “un ayer”.
¡Qué años los de la infancia!
¡Qué edades más inocentes!
Se olvidan por la distancia
y no se recuerdan siempre.
A veces, por ser \"los primos\",
el alma borra el recuerdo
y olvida lo que no fuimos
por el temor de saberlo.
¡Qué triste! ¡Qué espanto!
La vida es una quimera.
A aquella que amabas tanto
ya casi ni se recuerda.