Abre tus ojos, sal de tu letargo
alma mía y atiende, emprende el vuelo,
emigra con los pájaros del cielo,
recoge tus miserias sin descargo
y elévate de nuevo a las alturas
donde tú bien conoces quien te aguarda.
No temas, no te aflijas si es que tarda
el esposo, tú enciende en las oscuras
regiones de tu ser aquella vela
que dejó antes de partir, escoge
la mejor de las partes y recoge
tus llantos sin dejar ninguna estela
de amargura en tu rostro, que él vendrá
y con su manto azul te cubrirá.