Tú ya no eres la misma que paseaba al perro,
aunque te lo propongas. Te marchas y regresas
por idénticas noches de calles muy antiguas,
y consumes tu tiempo recordando a la gente
que fuimos obligados a estar vivos. Es tan corto el paisaje
y permanecen tanto los eclipses
que a menudo recuerdo
estarte contemplando
en un lento paréntesis de frio.
La última vez que me dijiste sí
llamaban a un concierto las palomas
y persistía un modo de tener esperanza. Me sabe a mar
tenderte las dos manos, a viento
recogerte las cenizas, a fruta acidulada
consumir el espacio de profanar con gusto tu larga inexistencia.
Me tienen desprovisto
los sauces y las sombras.