No estás en ninguna de ellas,
todas son tan búlgares,
copias malditas y sencillas;
de un recuerdo tan brillante.
Cada seña, cada olor,
cada distinción de sabor
en tus labios era único,
no era loco pensar, que el cielo
nos hacía uno.
Cada energía, que de tus labios
inquietos, desprendias. Fueron en mí;
la brutal esencia que convirtió,
la noche en día.
Leve viento de jazmín,
perfume inquieto de tu jardín;
qué alguna vez fue mío.
En el ir y venir, de este amor traicionero;
yo dejé mí sentir, durmiendo sobre el marfil
De tu sonrisa de viajero.
Yo recuerdo aquel mes,
qué de tus ojos, brotó miel.
Un diciembre, sin querer,
tu corazón ya casi muerto.
De un instante volvió a creer,
qué la vida puede renacer;
Y crecer, en el más brutal desierto.
Una música de Bach,
en sus oídos no resonaran,
cómo así también, es difícil a de creer,
qué un soneto de Chopin, pueda
en su ojos florecer
pues la magia del saber, no se puede aparentar,
solo se puede disfrutar, si se tiene la cultura.
O quizás la locura, de vivir sin pensar.