Hector Augusto Cuestas Venegas

Arrebato

Arrebato

 

Un intento de soneto

 

Esa mujer que ayer me sonreía

es justo el amor por quien vivo y muero

y por quien me daría en tan cruel duelo

que ningún gladiador resistiría.

 

Y es que resulta muy corta la vida

para confesarle lo que yo siento:

un arrebato, cual furioso viento,

un dulce susurro cual voz de lira.

 

¿A quién si no a ella yo me rendiría?,

caer ante su embrujo, enloquecido,

y fundirme hasta las postrimerías

 

de mis días vagos, tenues, compungidos.

¡Oh, cuánta luz y vida me darían

sus labios con un beso enardecido!