Arrebato
Un intento de soneto
Esa mujer que ayer me sonreía
es justo el amor por quien vivo y muero
y por quien me daría en tan cruel duelo
que ningún gladiador resistiría.
Y es que resulta muy corta la vida
para confesarle lo que yo siento:
un arrebato, cual furioso viento,
un dulce susurro cual voz de lira.
¿A quién si no a ella yo me rendiría?,
caer ante su embrujo, enloquecido,
y fundirme hasta las postrimerías
de mis días vagos, tenues, compungidos.
¡Oh, cuánta luz y vida me darían
sus labios con un beso enardecido!