Oh, dulce valle de muerte.
Oscura y trémula farsa girando alrededor.
Cuándo se perdió el color de los amaneceres.
Cuándo se esfumó el granada de mi rubor.
Cuándo dejé de existir y me quedé en los ayeres.
Cuándo mi latido dejó de pronunciar
la palabra vida.
Oh, dulce valle de muerte.
Locura incrédula ante la esperanza de un resplandor.
Cuándo se fueron de mis manos las mieles.
Cuándo en el humo se evaporó el amor.
Cuándo cesé de reír y me abandoné a los buitres.
Cuándo dejé de luchar por mi libertad
y emprendí la huida.
Oh, dulce valle de muerte.
¿Acaso puedes responderme?
Saltando va un ciervo
con la mirada inocente.
Oh, dulce valle de muerte.
¿Acaso puedes ayudarme?
Volando va un cuervo
con la alborada en sus sienes.
Recuerdo, cuando corría por las praderas,
sin temer al rifle del cazador.
Cuando soñaba con tocar las estrellas,
sin temer a su fuego abrasador.
Oh, mi dulce valle de muerte.
Púrpura farola de andanzas sin valor.
Cuándo se diluyeron en ríos los atardeceres.
Cuándo término el ardid de la ilusión.
Oh, mi dulce calle inerte.
Cómo consumo el vacío perenne de mi dolor.
Cómo enmudezco a éste aullido de enseres.
Ansío florecer con voluntad hacia la salida,
y tan solo, me pudro entre cuentas pendientes,
como búnker submarino anclado a la deriva.
De: Diana Janeth Reyes Diáz.
( Diana Reydz )
Publicado el 03/02/19
11:00pm
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