De encontrar algo:
una excusa un pretexto,
una suerte un silencio.
A encontrar el caos onírico.
Con la memoria en oleaje,
vertida la ilusión sobre lienzos;
pinturas-lecturas de día a día,
nubes acróbatas entre recuerdos.
Partida neurona eufórica alma atrevida.
Sano juicio, emanado de pozo hondo.
Fondo/ llega/ lugar de heraldos lejanos/
noche encanto de los poetas mercader de todo.
En búsqueda cada resistencia del cuerpo,
mi cuerpo invade la atmosfera del mundo absurdo,
oxigeno de personalidad cargándose con un aullido
de lobo sin manada, de hombre en su oscuridad.
Habría que nombrar el origen de cada mal,
y que ningún mal termina matando;
sangre que regresa: gotero de hemoglobina religiosa,
mujer tatuada en el filo del corazón que no queda en el cuerpo.
Suspiro elevado al infinito, mujer habitando el parpado sellado:
De una sola mujer.
Montañas clarividentes que en su piedra funden el orgullo,
patria que no alcanzamos,
enanismo de ser uno mismo (esto solo a veces)
pero es mentira no hay país.
La nación hecatombe de un milagro que nunca llegó
y la soledad abandonada,
por soledad que se dejó a sí misma, y a todos todos.
En expediciones infames, de pirámides cuadradas:
falsa geometría de figuras esclavas de la lógica,
en relieves del paisaje más hermoso: la cima del mundo.
Lejos, tan lejos, que te da una vuelta y te pasa por la espalda.
Y como digo entonces “caos del sueño abatido”,
la noche se hace tremenda, y el sueño se queda sueño,
soñador, labrador de una silueta.
Contorno sin retorno,
contorno encontró
el hondo pozo,
el hondo pecho,
el hombro:
Lloró:
Yo:
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