Pongamos, por ejemplo,
que un día te despiertas
y tu cerebro, ese que acompañó tu cuerpo hasta la cama,
solo está disponible para enhebrar agujas
como si fuesen túneles del tiempo:
a la vida le sobran posturas empeñadas
en medir las tinieblas con aparatos lúgubres
de una gran precisión.
Porque , ya digo,
pongamos como ejemplo todos esos rincones
que van envejeciendo
sin que ninguna mano limpie sus telarañas,
todos esos veleros que se han ido pudriendo
sin hacerse a la mar,
las mil y una secuencias
que solo han acertado
a mirar las verdades por la espalda.
Y no digamos nada
de los equilibristas
que padecen la enfermedad del hombre desahuciado
y al que la voz le tiembla
porque va a envejecer.
No se puede vivir tan lentamente,
ni morirse tan rápido durante tanto tiempo.