Ahora que usted se va,
quiero decirle que también yo me voy,
pero no tras usted como podría creerlo,
me voy de mi,
porque aunque usted no esté sigue aquí,
en los rayos de Sol de cada mañana,
en los pájaros que cantan,
en los árboles que mecen sus ramas
con los suspiros que provoca su ausencia.
Así que no me queda más remedio que alejarme de mi mismo,
de negarme recuerdos de todo lo vivido,
de cerrarme la puerta a esos viejos latidos
de un corazón cansado de amar sin sentido.
Le cerraré los ojos a mi alma, que aún es suya,
le negaré el saludo a mi espíritu atado a usted,
me negaré a mi mismo el haberla conocido,
el haberla amado,
el haberla besado y, sobre todo,
pretenderé que nunca fuimos uno solo,
que nuestro mundo juntos jamás existió.