Puede ser que el color elija sus paisajes
y que cada aventura
tenga su hotel de playa donde comprar amnesia,
un modo diferente de acostarse sin ropa
o de amar de mentira.
Puede ser
que haya por cada luna
un rostro diferente para decir lo mismo,
un colchón blanqueado con pequeños paréntesis.
Puede que cada calle
tenga arrepentimientos de que no me conozcas,
de que sea de día,
de que empiece un bolero y tú no me contestes.
Y puede
que al primer viento helado,
mientras sale del mar una sonrisa,
una gota de invierno,
como una insinuación
vea espejos que lloran todavía.