No está Colombia para hacer sonetos
mientras haya en sus campos doloridos
tanto muerto perdido en vericuetos
por cuenta de matones conocidos.
En otra situación habría tenido
un respiro de paz y de respeto,
y sus suelos, de rayos encendidos,
no fueran cotas de sangrante peto.
Mala suerte de valles y montañas,
grandes urbes y humildes caseríos
soportar tantos hijos sin entrañas,
que sin tregua cercenan nobles bríos
de aquellas vidas que el valor extraña
cuando cubre sus féretros ya fríos.