Hasta aquí, fue posible despistar y quitarse de en medio,
ah pero mi inclemencia tuvo siempre
una misma dirección,
la de los vendavales que se saben preñados
y esperan a dejar su voz intacta, su mente, por si acaso:
el sálvame si ves que no te miro.
Doce vueltas al mundo te separan de mí
y sin embargo
si supurase el lago Titicaca
cualquier lágrima tuya me haría zozobrar.
Pero sabes
que en estos tiempos sobran enfermeras
que vacunen del tifus
las calles y los túneles urbanos,
y es que ya no se puede confiar en los seres anónimos
que van cargando con un montón de estatuas
para después dejarlas en un parque,
indefensas,
cubiertas con un velo de nostalgia
y un cartel( información sucinta)
que advierta del peligro que tiene el acercarse
y no escuchar sonidos, ni tragos,
ni lamentos,
ni una respiración que parezca mentira.