alguna vez fui como tú,
un tierno pedazo de vida
con los sueños aun dormidos,
y nada supe de guerra
ni de dolores,
alguna vez vi por primera vez
la luz de todo lo que existe,
al igual que tú, tuve esa mirada transparente,
esa mirada de esperanza
para el mundo que sangra,
tuve esa capacidad
que solo los inocentes tienen,
de con solo sonreír acariciar el alma,
después crecí, y tuve que luchar,
y fui feliz con los pies descalzos,
con los trompos de madera,
con los caballitos de palo,
Aitana, ¡bienvenida!
sangre mía,
semilla del rastro de mi vida,
no es fácil estar por aquí sabes,
a veces también nos duelen todas las células,
pero te juro que tu llegada,
es lo más hermoso que me pudo ocurrir.