Ando el camino,
y sigo las veredas,
sin darme cuenta.
Cruzo los campos
dormidos en invierno,
y cruzo ríos.
Al fondo estás,
aldea de mi pueblo
y mis ancestros.
Quizás esperas,
la vuelta y el regreso
del hijo pródigo.
Pero tú sabes
que estás en mis recuerdos
con tus latidos.
Tierra encantada,
tan llena de misterio
y de candor.
Por eso vuelvo,
mis ojos te reclaman
y quieren verte.
En cada piedra
hay voces del pasado
que hablan conmigo.
Ellas me cuentan
aquello que yo ignoro
y que conservan.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/02/19