Como cada día
buscaba tu puerta,
también tu ventana
silente y abierta,
y entonces sin duda
cantaban los gallos,
pasaban las vacas
al campo marchando,
y yo le pedía
al cielo la luna,
y luego rezaba
cual breve locura,
quizás todo esto,
de forma tan breve,
se quede en recuerdos,
migajas de siempre...
El día avanzaba
sin pena ni gloria,
las nubes corrían
su juerga tan loca,
y en medio de todo
llegaba la tarde,
el fresco incipiente
de brisa y del aire,
los niños jugaban
sin ver y ser vistos,
ajenos al mundo
quizás a ellos mismos,
y tú, bella niña,
con tierno decoro,
tomabas mis manos
mirabas mis ojos...
\"...Llegaba la noche,
marchábase el día,
las piedras hablaban
y tú sonreías...\"
Rafael Sánchez Ortega ©
06/02/19