Durante un tiempo confusos, ambiguos
sentimientos convivieron en mi interior.
Como madre sólo deseaba estar con mi hija
y... nada más.
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No sé si recuerdas
aquella tarde en el sofá.
Tus ojos me dijeron ¿Por qué a ti?
Tus manos en mi rostro
desearon robar mi dolor
y abrigar mi vacío con su calor.
Toda tú, eras yo en aquel momento,
mi sufrimiento era el tuyo,
mi cabreo, mi fuera de lugar, tu rebelión.
Pero supiste transmitirme tu fuerza
para darme cuenta de tu intención.
Gracias Mamá por aquel día y
por tantos que me has regalado y regalarás.
Ellos sin pretenderlo, me han entregado
la llave de mi avanzar de nuevo y,
la fe para luchar por lo esencial.