Sujetadme pronto,
pues se arroja mi voz hacia la muerte
desde lo más alto de mi cuerpo.
En aras de una eternidad yerma
cobijada por tan augusta nada
renuncio porque quiero morir
donde sueñan que viven mis labios.
En el fondo ya no escucho cómo suena
mas parecieran anclarse sus raíces
al fuego de mis entrañas.
Así desde lo más hondo
arden aquellos besos cuyo aliento
enrojece hasta la última boca
mientras en el agua respiran los ojos
que con ver no sacian tanta desdicha
y beben de cada rincón donde proclaman
su quietud azulada sin descanso alguno.
Sujetadme pronto,
pues ya se ha refugiado mi cordura
en el silencio de la madrugada
y huele a apetencia rendida
el desconsuelo con que alborotan
los árboles más viejos.
© Derechos reservados.