Ayer visité rincones
de aquellos años de infancia
cuando lleno de inocencia
mi existencia comenzaba.
Extraje de mi memoria
las imágenes mas claras
que cual vergel florecido
me quedaron en el alma
con su dulce tintineo
de angelicales campanas.
Caminé por el jardín
que la tía cultivaba
aspirando los perfumes
de jazmines y de calas
que florecían radiantes
con sus corolas tan blancas;
y rodó por mis mejillas
una transparente lágrima
recordando del abuelo
su gesto lleno de gracia,
de cortar un clavel rojo
y ponerlo en mi solapa
diciendo con gran cariño:
¡Vaya busque su chavala
que gustan mucho las flores
a todas las bellas damas!
Me senté en aquel sillón
donde la abuela bordaba
con infinita paciencia
de los nietos las bufandas,
entonando aquellas coplas
de la gran Carmen Amaya
y el abuelo acompañando
con acordeón o guitarra,
ella diciendo su ¡olé!
como preciosa gitana
con el sabor a tablao
de las fiestas sevillanas.
¡Que tiempos llenos de encantos,
de ensueños, de paz, de calma,
que proyectaban los rayos
del amor con luz tan clara
reflejando la ternura
de aquella mujer tan guapa,
la dama que fue mi guía
y que fue fragante dalia
que perfumara mis horas
y alumbrara con constancia
el sendero de mi vida
con amorosas palabras!
¡Aquella que fue mi madre
y que todo transformaba
en ancho mar de ternura,
de bondad y de,esperanza!
Autor: Aníbal Rodríguez.