¿Usted sabe que hay de peor en mi?
Amar vehementemente y no dar demostración en lo absoluto por miedo a equivocarme.
Le puedo pensar y en la obscuridad garabatear la silueta de su sueño a escondidas,
pero nunca me enfrentaría a decir su nombre ante la luz del día,
aunque muera en agonía esperando de usted el mensaje más esperanzador que se sueña mientras se desvela cuando en cambio se debería estar dormida.
Aunque usted piense que de mi hacía usted recita la más ignominia indiferencia,
aunque a Dios le pida que lo libere del mal,
que lo libere de mi,
porque la mayor parte de muchas veces,
suelo ser esa cruz que mata sin liberar pecados ni confesar amores que se asfixian en el cuarto solitario de un pusilánime corazón condenado al desborde.