Una mirada puede contener
la insolencia de transgredirla,
como un primer paso, un permiso,
el ingreso a una palabra o el muro
que se abre con el esbozo de la sonrisa.
Una mirada puede ser la recepciòn del minuto inacabable
de la fuerza inòcua que te dice: te venzo y te dejàs.
Una mirada debe adjuntar los implìcitos hasta descender,
hasta demoler el lìmite de la otra.
Una mirada resbaladiza, enjugada, locamente enamorada,
asentida y devuelta en el laberinto de la elipsis, secreta.
Una que me regalen tus ojos hasta que se haga primavera.