Ígnea la mirada como un nardo-meteoro.
Acontecimiento instaurado en el principio de una aurora,
presagio intacto, benemérita presencia insolente luz.
Como un destino que ni el destino encontró,
ay la sombra de la sombra que vacila mi respiración,
mi aliento encontrado en tus ojos, inesperada mortal,
mortandad de atroces murciélagos sin alas: vacío.
Tu nombre asomado por cristales,
inerte letra y letra, tu nombre, y yo,
sin saberlo, la primera letra del abecedario traza el camino A... A… A.
Pudo ser otra, pudo ser otra, pudo ser otra…
Pero fuiste tú humana, como humana la vecina,
como humana la azafata, como humana mi madre.
Humana, y tú, tan cercana, sin pedirlo, sin quererlo,
sin nombrarlo, sin oírlo.
Pudo ser el silencio el que me arrebatará el silencio,
pero fuiste tú, la de la A, la del cabello intrépido,
persecución de tu reflejo en cada ojo.
¿Qué mira la mirada? (mi mirada)
Mirada mira tú palabra-voz escalofrió,
mirada impulso de nervio reacción ¿te lo explico?
Te explico entonces: tú,
en el momento, en la hora, en el sitio,
y yo reaccionando a tu solsticio.
Me dices entonces: “¿Que hubo en mí?”
No me alcanza la poesía.
No me alcanza el lenguaje.
No me alcanza la voz.
No me alcanza el aliento.
No me alcanza la razón.
No me alcanzan las explicaciones,
se fueron todas cuando te conocí.